martes, 29 de septiembre de 2009

La canción ideal

Nunca voy a olvidar mi primera fiesta. La primera vez que asistí a ese enmarañado juego de luces fue cuando tenía 14 años en Chosica, ciudad ubicada a 30 kilómetros al este de Lima, el lugar donde vivía por ese entonces. Solía escuchar las principales radios de la capital como todo inquieto adolescente, en donde bombardeaban con el añorado Techno de los años 90’s , y cuyos principales artistas eran, como casi siempre, del extranjero, ahí estaban el Dr Alban, ICE MC, Le Bouch, el incomparable merengue de ese entonces a cargo de Juan Luis Guerra y la mejor salsa sensual que arrojo los inicio de los 90´s con Willie Gonzales, Eddie Santiago , Edgar Joel, Jerry Rivera, no hacían mas que adornar los rotundos exitazos de Niche de finales de los 80’s. No veía la hora de bailar en una discoteca, con una chica que se moviera como los dioses, como lo hacían los grandes, tomando trago y fumando incansablemente sobre la estruendosa música del momento y las sicodélicas luces de una pista de baile.

Mis amigos del barrio eran más grandes que yo, al menos la mayoría y decidí a partir de ese año, el inolvidable 94’, seguirlos cada fin de semana. Me había propuesto debutar en las pistas de baile y para ello no paraba de ensayar en casa mis pasos de baile de las canciones que tanto me gustaban. Al hacerlo me sentía bien y era una verdadera invitación a la felicidad. Me sentía un experto en el Techno y el merengue pues en la salsa sentía la sensación de que era demasiado osado para un debutante como yo, el agarrar de la mano y la cintura y llevar a una chica en un ritmo que merecía más kilometraje fiestero y preferí entonces evitar hacer el ridículo tan tempranamente. Mi timidez excesiva de ese entonces no permitió que acompañara en dos ocasiones a los chicos del barrio a las discotecas más famosas de la ciudad, el New Palace, El Nirvana y el Rincón de los recuerdos, siendo la última la que aún sobrevive y las dos primeras ahora convertidas en una cadena importante de pollos a la brasa y una galería de tiendas de ropa respectivamente. Simplemente me chupaba, es decir no me atrevía a acompañarlos por mas esfuerzo que hacia de estar con ellos una sábado en la noche. Cuando conversábamos sobre futbol, las chicas del barrio y uno que otro osado que comentaba la ultima película pornográfica que había visto, me podía quedar en la esquina de mi barrio hasta altas horas de la noche pero cuando quedábamos en irnos a cambiar para luego ir a bailar en mancha, casi siempre prefería quedarme en casa viendo Risas y Salsa y Viva el sábado, dos programas de televisión que cerraban las noches de fin de semana.

Si iba a ser el ridículo no quería hacerlo solo y pensé en Carlitos, mi amigo, mi promoción y encima unos meses menor que yo. A Carlitos le decían Lila, apodo que se gano en el seminario San Juan Bosco donde asistíamos religiosamente a jugar fulbito los sábados y domingos. Fue en un campeonato donde los padres y los hermanos empezaron a repartir los uniformes a los equipos participantes, prestaditos por cierto, pero eran los que nos iban a acompañar toda la campaña y fue donde Carlitos empezó a llorar delante de los padres y hermanos para que nos diesen las camisetas Lilas, que eran bonitas en verdad, pero no para ponerse a berrear delante de los padres y menos a los 11 años. A partir de ese suceso vergonzoso a Carlitos no le quedo otra que acostumbrarse a su nuevo apelativo. Pero si algo le tengo que agradecer fue la singular dupla futbolera que formábamos de chicos, el cual me ayudo a mejorar futbolísticamente y sacarme de esa vergüenza de ser escogido al último en las armadas de equipos. Nos comprendíamos también que no tardaban en llamarnos “La dupla” , la de los pases en pared, la de las fintas imposibles, los mocosos que imitaban a los Súper Campeones de la tv. Ahora quería que me acompañe a mi primera fiesta de adolescente, una fiesta sin padres ni familiares de por medio, donde solo la música, las luces y el humo, serian testigos de lo que hagamos.

De noche me creía más grande y empezaba a peinarme como uno de 20 años, con el pelo engelado y ropa sugerentemente atractiva. Solo me faltaba ir con ellos a alguna fiesta circunstancial de fin de semana y así poder ser parte de los comentarios de la última juerga. Convencí a mi amigo Lila para ir a la fiesta que se iba dar un sábado ahí en el mismo barrio, era el cumpleaños de una de las vecinas y lo iba a celebrar en su casa con luces y harta prima y amiguita invitada. Lamentablemente Lila no tenía en sus planes ser grande todavía ni nada que se le parezca. Lo encontré todo cochinazo a las 11 de la noche el mismo día de la fiesta por las polvorientas calles del barrio de ese entonces jugando fulbito con los niños del vecindario, mientras yo pasaba bien perfumado, engelado y con ropa bien puesta para la ocasión pues me dirigía a encontrarme con mis amigos grandes para ir a la fiesta de la cumpleañera.

La música se dejaba escuchar a dos cuadras de distancia de la casa de la cumpleañera. Había mucha gente a las afueras de la casa, parecía que la fiesta prometía. Antes de ingresar decidimos tomarnos una chelitas, mientras yo, me seguía creyendo grande en cada vasito chelero que me empujaba. La verdad, no veía las horas de entrar y demostrar lo mucho que había ensayado en casa. Por fin habría de bailar el techno, el dance del momento, por fin podría moverme cadenciosamente bajo las luces sicodélicas, las bolas y las cortadoras y por fin avisaba a mi pubertad que dejaba de serlo para convertirme en un zagal en ciernes dispuesto a partir de ahora a disfrutar de las juergas fiesteras y conocer a cuanta muchachita se me ponga en frente. Y cuando decidimos entrar había más gente aun pero la música estaba buenaza. La luz violeta prevalecía y de vez en cuando alternaban las luces de colores y las cortadoras, que hacían su aparición en los flamantes pasos del techno noventero. No pasaron ni diez minutos y mis amigos en pleno ya disfrutaban en la pista de baile. Yo aprovechaba los minutos para observar el local, la gente y disfrutar de la buena música. Observaba a las chicas mas que nada para escoger a la quien seria la protagonista de mi primer baile juerguero. Ya tenia a una en la mira, era una de las chicas del barrio que me gustaba. Solo tenía que esperar a la siguiente canción para dar rienda suelta a mi desenfreno dancístico y si era una canción que me gustase, mejor todavía. De pronto por mi mente pasaba algo que marcaria el resto de mis días fiesteros. Empezaba a pensar si era fácil o no sacar a bailar a una chica y emergieron una serie de dudas sobre lo exitoso o calamitoso que seria la respuesta de la chica al pedirle por favor el clásico “¿bailamos?”, o “¿bailas?”, o “¿me permite este baile señorita? “ que daban vueltas y vueltas sobre mi cabeza . Calamitoso?, rochoso, la vergüenza de quedar en ridículo por unos segundos, ¿podría resistirlo?.Y si una se niega y la siguiente también, tendría las fuerzas para una tercera pedida o desearía que me tragara la tierra en ese instante. Pero no había que ser tan pesimista, pensaba, afortunadamente tenía buena talla, el pelito engelado y la ropa bien puesta para la ocasión ocultaban lo novato que era en estos menesteres y ni de vainas podía ser visto como un mocoso que no sabía bailar. Entonces había que prepararse para salir al ruedo, entre tanto humo y lucecita juguetona. Cuando empezó a sonar la canción “El último beso” de Mark Antony, un clima romanticón inundo la fiesta y fue donde todo quedo casi a oscuras y donde todos a coro abierto cantaban “El ultimo beso que puse en tus labios todavía lo siento… ” , para después terminar con una bulla coquetona que daba inicio a tan llorona salsa del momento. Decidí entonces que no era el momento de mi debut oficial, pues ese ritmo necesitaba de más habilidad y galantería que aun no tenía pues iba a ser como mandar al Maradona del 78 a la final con Alemania de Muller de Italia 90.

Pasaban los minutos y no encontraba la canción ideal, una que me gustase y que me hiciese sentir cómodo, sobre todo a mis pies y a mi cintura. Después de tantos Dr Alban, Ice Mc, Niches, samba reggaes, bailes del perro y demás, me di cuenta que me estaba chupando. Esa calamitosa idea se había quedado impregnada en mi cabeza y afloraba cada vez que intentaba despegar los pies para acercarme a una chica. Ni siquiera la posibilidad de encontrar a una amiga conocida, de confianza, una que te saque a bailar se podía dar ya que ni eso tenía. Comprendí entonces que me faltaba bastante y que la fiesta me había quedado reverendamente grande y ya solo podía sentir que los vasos de cerveza me llegaban con una inoportuna rapidez y que luego de tanta empinada de codo y de esta vez si bailo, no hice mas que ir rápidamente al baño y vomitar toda mi cólera por no poder bailar ni una sola canción.

Era la segunda vez que tomaba y mi primera legendaria borrachera. Salí rápidamente de la fiesta para ir a la casa de Lila aprovechando que sus padres habían viajado y no había nadie, salvo su hermano mayor, que todavía seguía en esa improvisada discoteca del barrio.

Después de ese intento frustrado de ser el rey de las pistas de baile, no dejaba de pensar que tan complicado era eso de sacara bailar en una fiesta. Ya no recuerdo a la protagonista de mi primer baile juerguero, ni la canción, ni si fue en el New Palace o en el Nirvana, ni con quienes estaba exactamente, solo recuerdo esa noche donde quise ser grande y me estrelle con mis dudas y con la chica que creía decirme que no, mientras buscaba la canción ideal.

7 comentarios:

  1. Me ha encantado esta historia! Me he imaginado al niñito repeinadito con gel, esperando su oportunidad de baile y me ha enternecido. En serio, me ha gustado mucho. Sigue escribiendo que se te da muy bien.

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  2. Holaa gracias por pasar por mi blog, hey me pareció simpática tu historia jijiji jamás me imaginé cuanto se complica un adolescente en sacar a bailar a una chica y las dudas de si es la correcta, si la música adecuada, sin duda son cosas que quedan en la memoria. Lila???? jijiji pobre carlitos jijiji

    cdteee

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  3. Hola q tal, gracias por tu coment, pasaba a darte un saludo y disculpa más bien por la demora :)

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  4. Sonia: Hola Sonia gracias por el comentario, no haces mas que animarme a seguir escribiendo.Que bueno que te haya gustado y enternecido el personaje y lo hayas visto de esa manera tan particular. Prometo que cada post sera mejor que el anterior.

    Karenina: Hola gracias por devolverme la visita. Espero seguir contando historias asi de interesantes.Ahora ya sabes todo lo que pasa un chico timido en una fiesta.A Carlitos también le decian "La calabera", un saludo donde quiera que este.

    Pibot: Hola Pibot, que bueno que pases por aqui, nos estamos leyendo, cuidate.

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  5. tu blog es nuevecito, mira cuando yo comencé en esto de los blogs, era una sensación recontra rara que te leyeran, asi q me siento totalmente identificado contigo, es dificil comenzar y no saber q escribir. tienes solo tres post, frecuenta blogs que te gusten y de poco vas a hacerte de una cantidad de lectores.
    ya ahora el niño en una fiesta de grandes asuuu
    q agrandado, tampoco recuerdo bien cuando baile facil fue con la gente de mi colegio tendría q ver mi diario.
    creo q soy mayor q tu jajaja
    yo bailaba eso ya cuando era adolescente de unos 15 años jajaja
    otra cosa, los post largos se hacen pesados de leer, creo q solo las fans de cisneros se leen los paquidérmicos post del Busco novia jajaja
    bueno saludos

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  6. Hola Damian gracias por los tips.Y claro q estoy empezando a leer algunos blogs y es interesante encontrar personas con diferentes maneras de pensar y de vivir la vida. Esto de los blogs esta empezando a ser un reto para mi y estoy seguro no defraudare asi no mas a la gente que me lee.

    Un gustazo encontrar a alguien casi comtemporaneo, donde estaran esos tiempos ,no. Por otro lado me gusta tu forma de contar y de escribir que tienes. Segurire de cerca lo que haces , no lo dudes.

    Saludos y cuidate.

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  7. Son sucesos muy especiales que todos hemos pasado, pero pocos como tú pueden plasmar en un escrito. Felicitaciones y un abrazo querido Walther.

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