domingo, 25 de octubre de 2009

Los amigos del trago


Ignacio Salas era mi mejor amigo y un rotundo acompañante de tragos y desveladas juerguitas. Es curioso pero cuando lo conocí tenía una pinta de chancón tirando para Einstein y algo más. A pesar de que estábamos en diferentes facultades congeniamos rapidísimo aquella mañana en la biblioteca donde hacíamos el esfuerzo para sacarnos lo mejor de lo mejor de las notas. Fue cuando decidí consultarle sobre un problema algebraico cuando se apresto a ayudarme amablemente y también de paso, claro, demostrar sus dotes de buen matemático y alimentar su ego de estudiante brillante. Fue así como lo conocí y desde un principio me cayó bien. La cercanía de nuestras casas hizo más fácil nuestra amistad y también fue así donde nos juntamos con Juakin y Pedrin en un intercambio amiguero que nos hizo inseparables por varias temporadas.

Juakin venia por parte de Nacho y Pedrin por parte mía y así formamos un cuarteto de polentas cuando de empinar el codo se trataba. Poco a poco y ayudados por el desenfado Juakin nos fuimos acercando al mundo chupistico. Fue en una discoteca en donde dos tremendos pavasos y un par de “mejor chupo y no bailo”, descubrimos que éramos mas felices tomando que bailando. Los dos primeros éramos obviamente Nacho y yo y el otro par de locas, Juakin y Pedrin. Estábamos sintiendo un apego cariñoso hacia la cerveza y no dudamos en hacer los encuentros mas seguidos pero esta vez en una acogedora habitación de segundo piso, era la habitación de Nacho que vivía solo y cuyo padre venia esporádicamente de Huacho (una ciudad a 2 horas al norte de Lima) uno que otro fin de semana. La habitación era alquilada y la casa pertenecía a un jodido viejo verde que vivía solo también y que no dudaba en husmear la vida de sus dos inquilinos cuanta vez podía. El viejo parecía una caricatura malhumorada de periódico político. Era calvo y tenia unos bigotes canosos que notaban el paso de los años. Siempre andaba con un palo grande y grueso que según él era para caminar pero más de uno lo había visto utilizarlo para asustar y golpear a los mocosos de mierda que jugaban cerca de su jardín. Era el clásico viejo de mierda.

Nuestros encuentros eran los fines de semana, generalmente un viernes o un sábado y siempre nos las ingeniábamos para pasar el arsenal de botellas a la habitación de Nacho. Como todos éramos estudiantes frisando los 20 y 21 años, no hacíamos más que colocar 6 botellas en cada mochila y llevar unos cuantos libros en las manos para parecer que íbamos al encuentro del estudio. Nuestro distribuidor cervecero era “El Conde”, un muchacho que atendía en la bodega del barrio y que nos despachaba en nuestras insignes mochilitas para camuflar lo que seria nuestra juerguita personal y exclusiva de la sociedad de los amigos del trago.

Las noches del fin de semana eran tan alegres y divertidas en la habitación de Nacho, habíamos acondicionado todo para que la pasáramos bien. Lo primero que hacíamos era prender la computadora de Nacho, ahí lo teníamos todo y era además como un quinto amigo que nos hacia disfrutar de las noches de fin de semana. Junto a nuestra afectuosa bebida nos acomodábamos alrededor de la mesa donde estaba la Pc para escuchar nuestra música, ver alguna que otra película y jugar Fifa 98 o Need for Speed, tratando de hacer el menor ruido posible para que el viejo no molestara y siempre con las mas encarnizadas y felices discusiones de algún tema mediático que tocábamos. Pero las palabras sobraban cuando de mirar alguna película pornográfica se trataba pues solo atinábamos a mirar embobados y casi en silencio los extraordinarios movimientos que se mandaban los protagonistas de las películas pornográficas. En cierta ocasión en una de las escenas hot de tan lujuriosa cinta la chica empezó a gemir de tal forma que tuvimos que bajar el volumen y aun así seguía el estruendoso y gutural gemido que no hacia mas que retumbar la ventana de la habitación que estaba al frente de la Pc. Entonces alguien empezó a tocar la puerta insistentemente. Pensamos era el viejo que venia a reclamarnos y de paso ponernos de patitas en al calle y hacernos el roche de nuestras vidas pues cuando el viejo gritaba se escuchaba en todo el vecindario. El puto sonido se había quedado impregnado en la Pc a pesar que Pedrin cerro nerviosamente el programa, entonces nos empezamos mirar las caras hasta que Juakin la reinicio maldiciéndola sin cesar. Nacho tuvo que abrir la puerta.
Continuará ...