martes, 29 de septiembre de 2009

La canción ideal

Nunca voy a olvidar mi primera fiesta. La primera vez que asistí a ese enmarañado juego de luces fue cuando tenía 14 años en Chosica, ciudad ubicada a 30 kilómetros al este de Lima, el lugar donde vivía por ese entonces. Solía escuchar las principales radios de la capital como todo inquieto adolescente, en donde bombardeaban con el añorado Techno de los años 90’s , y cuyos principales artistas eran, como casi siempre, del extranjero, ahí estaban el Dr Alban, ICE MC, Le Bouch, el incomparable merengue de ese entonces a cargo de Juan Luis Guerra y la mejor salsa sensual que arrojo los inicio de los 90´s con Willie Gonzales, Eddie Santiago , Edgar Joel, Jerry Rivera, no hacían mas que adornar los rotundos exitazos de Niche de finales de los 80’s. No veía la hora de bailar en una discoteca, con una chica que se moviera como los dioses, como lo hacían los grandes, tomando trago y fumando incansablemente sobre la estruendosa música del momento y las sicodélicas luces de una pista de baile.

Mis amigos del barrio eran más grandes que yo, al menos la mayoría y decidí a partir de ese año, el inolvidable 94’, seguirlos cada fin de semana. Me había propuesto debutar en las pistas de baile y para ello no paraba de ensayar en casa mis pasos de baile de las canciones que tanto me gustaban. Al hacerlo me sentía bien y era una verdadera invitación a la felicidad. Me sentía un experto en el Techno y el merengue pues en la salsa sentía la sensación de que era demasiado osado para un debutante como yo, el agarrar de la mano y la cintura y llevar a una chica en un ritmo que merecía más kilometraje fiestero y preferí entonces evitar hacer el ridículo tan tempranamente. Mi timidez excesiva de ese entonces no permitió que acompañara en dos ocasiones a los chicos del barrio a las discotecas más famosas de la ciudad, el New Palace, El Nirvana y el Rincón de los recuerdos, siendo la última la que aún sobrevive y las dos primeras ahora convertidas en una cadena importante de pollos a la brasa y una galería de tiendas de ropa respectivamente. Simplemente me chupaba, es decir no me atrevía a acompañarlos por mas esfuerzo que hacia de estar con ellos una sábado en la noche. Cuando conversábamos sobre futbol, las chicas del barrio y uno que otro osado que comentaba la ultima película pornográfica que había visto, me podía quedar en la esquina de mi barrio hasta altas horas de la noche pero cuando quedábamos en irnos a cambiar para luego ir a bailar en mancha, casi siempre prefería quedarme en casa viendo Risas y Salsa y Viva el sábado, dos programas de televisión que cerraban las noches de fin de semana.

Si iba a ser el ridículo no quería hacerlo solo y pensé en Carlitos, mi amigo, mi promoción y encima unos meses menor que yo. A Carlitos le decían Lila, apodo que se gano en el seminario San Juan Bosco donde asistíamos religiosamente a jugar fulbito los sábados y domingos. Fue en un campeonato donde los padres y los hermanos empezaron a repartir los uniformes a los equipos participantes, prestaditos por cierto, pero eran los que nos iban a acompañar toda la campaña y fue donde Carlitos empezó a llorar delante de los padres y hermanos para que nos diesen las camisetas Lilas, que eran bonitas en verdad, pero no para ponerse a berrear delante de los padres y menos a los 11 años. A partir de ese suceso vergonzoso a Carlitos no le quedo otra que acostumbrarse a su nuevo apelativo. Pero si algo le tengo que agradecer fue la singular dupla futbolera que formábamos de chicos, el cual me ayudo a mejorar futbolísticamente y sacarme de esa vergüenza de ser escogido al último en las armadas de equipos. Nos comprendíamos también que no tardaban en llamarnos “La dupla” , la de los pases en pared, la de las fintas imposibles, los mocosos que imitaban a los Súper Campeones de la tv. Ahora quería que me acompañe a mi primera fiesta de adolescente, una fiesta sin padres ni familiares de por medio, donde solo la música, las luces y el humo, serian testigos de lo que hagamos.

De noche me creía más grande y empezaba a peinarme como uno de 20 años, con el pelo engelado y ropa sugerentemente atractiva. Solo me faltaba ir con ellos a alguna fiesta circunstancial de fin de semana y así poder ser parte de los comentarios de la última juerga. Convencí a mi amigo Lila para ir a la fiesta que se iba dar un sábado ahí en el mismo barrio, era el cumpleaños de una de las vecinas y lo iba a celebrar en su casa con luces y harta prima y amiguita invitada. Lamentablemente Lila no tenía en sus planes ser grande todavía ni nada que se le parezca. Lo encontré todo cochinazo a las 11 de la noche el mismo día de la fiesta por las polvorientas calles del barrio de ese entonces jugando fulbito con los niños del vecindario, mientras yo pasaba bien perfumado, engelado y con ropa bien puesta para la ocasión pues me dirigía a encontrarme con mis amigos grandes para ir a la fiesta de la cumpleañera.

La música se dejaba escuchar a dos cuadras de distancia de la casa de la cumpleañera. Había mucha gente a las afueras de la casa, parecía que la fiesta prometía. Antes de ingresar decidimos tomarnos una chelitas, mientras yo, me seguía creyendo grande en cada vasito chelero que me empujaba. La verdad, no veía las horas de entrar y demostrar lo mucho que había ensayado en casa. Por fin habría de bailar el techno, el dance del momento, por fin podría moverme cadenciosamente bajo las luces sicodélicas, las bolas y las cortadoras y por fin avisaba a mi pubertad que dejaba de serlo para convertirme en un zagal en ciernes dispuesto a partir de ahora a disfrutar de las juergas fiesteras y conocer a cuanta muchachita se me ponga en frente. Y cuando decidimos entrar había más gente aun pero la música estaba buenaza. La luz violeta prevalecía y de vez en cuando alternaban las luces de colores y las cortadoras, que hacían su aparición en los flamantes pasos del techno noventero. No pasaron ni diez minutos y mis amigos en pleno ya disfrutaban en la pista de baile. Yo aprovechaba los minutos para observar el local, la gente y disfrutar de la buena música. Observaba a las chicas mas que nada para escoger a la quien seria la protagonista de mi primer baile juerguero. Ya tenia a una en la mira, era una de las chicas del barrio que me gustaba. Solo tenía que esperar a la siguiente canción para dar rienda suelta a mi desenfreno dancístico y si era una canción que me gustase, mejor todavía. De pronto por mi mente pasaba algo que marcaria el resto de mis días fiesteros. Empezaba a pensar si era fácil o no sacar a bailar a una chica y emergieron una serie de dudas sobre lo exitoso o calamitoso que seria la respuesta de la chica al pedirle por favor el clásico “¿bailamos?”, o “¿bailas?”, o “¿me permite este baile señorita? “ que daban vueltas y vueltas sobre mi cabeza . Calamitoso?, rochoso, la vergüenza de quedar en ridículo por unos segundos, ¿podría resistirlo?.Y si una se niega y la siguiente también, tendría las fuerzas para una tercera pedida o desearía que me tragara la tierra en ese instante. Pero no había que ser tan pesimista, pensaba, afortunadamente tenía buena talla, el pelito engelado y la ropa bien puesta para la ocasión ocultaban lo novato que era en estos menesteres y ni de vainas podía ser visto como un mocoso que no sabía bailar. Entonces había que prepararse para salir al ruedo, entre tanto humo y lucecita juguetona. Cuando empezó a sonar la canción “El último beso” de Mark Antony, un clima romanticón inundo la fiesta y fue donde todo quedo casi a oscuras y donde todos a coro abierto cantaban “El ultimo beso que puse en tus labios todavía lo siento… ” , para después terminar con una bulla coquetona que daba inicio a tan llorona salsa del momento. Decidí entonces que no era el momento de mi debut oficial, pues ese ritmo necesitaba de más habilidad y galantería que aun no tenía pues iba a ser como mandar al Maradona del 78 a la final con Alemania de Muller de Italia 90.

Pasaban los minutos y no encontraba la canción ideal, una que me gustase y que me hiciese sentir cómodo, sobre todo a mis pies y a mi cintura. Después de tantos Dr Alban, Ice Mc, Niches, samba reggaes, bailes del perro y demás, me di cuenta que me estaba chupando. Esa calamitosa idea se había quedado impregnada en mi cabeza y afloraba cada vez que intentaba despegar los pies para acercarme a una chica. Ni siquiera la posibilidad de encontrar a una amiga conocida, de confianza, una que te saque a bailar se podía dar ya que ni eso tenía. Comprendí entonces que me faltaba bastante y que la fiesta me había quedado reverendamente grande y ya solo podía sentir que los vasos de cerveza me llegaban con una inoportuna rapidez y que luego de tanta empinada de codo y de esta vez si bailo, no hice mas que ir rápidamente al baño y vomitar toda mi cólera por no poder bailar ni una sola canción.

Era la segunda vez que tomaba y mi primera legendaria borrachera. Salí rápidamente de la fiesta para ir a la casa de Lila aprovechando que sus padres habían viajado y no había nadie, salvo su hermano mayor, que todavía seguía en esa improvisada discoteca del barrio.

Después de ese intento frustrado de ser el rey de las pistas de baile, no dejaba de pensar que tan complicado era eso de sacara bailar en una fiesta. Ya no recuerdo a la protagonista de mi primer baile juerguero, ni la canción, ni si fue en el New Palace o en el Nirvana, ni con quienes estaba exactamente, solo recuerdo esa noche donde quise ser grande y me estrelle con mis dudas y con la chica que creía decirme que no, mientras buscaba la canción ideal.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Róbame un beso


En el colegio San Sebastián existían jovencitos que deseaban ser jóvenes con mayúsculas y no inquietos adolescentes soñando despiertos. Los chicos que cursaban el 3ro de media deseaban impacientes iniciarse sexualmente. Después de su fracasado intento de presentarse al prostíbulo mas reconocido de la zona ahora buscaban algo en serio. Fernando, un chico de 15 años quedo al descubierto ante sus compañeros que sus tan comentados alardes sobre las chicas que se había levantado eran falsos. Tan falsas como las notas que sacaba. Todos lo admiraban, era un honor andar con él. Sabía como sacarse las mejores notas sin estudiar nada o casi nada y era el más gilerito de todos, suficiente para tener las más mentada reputación en un colegio de 2000 alumnos.

En la mañana las chicas y en la tarde los chicos o mejor dicho las alumnas y los alumnos. El momento más interesante del día era sin duda la una en punto de la tarde, hora en la cual se encontraban las chicas y los chicos del colegio San Sebastián. Al abrirse el viejo portón del colegio lindas jovencitas y sugerentes señoritas salían para desbordar las más intensas pasiones de los chicos que las veían salir. Ahora era el turno de ellos, el de entrar al colegio, una suerte de segundo hogar donde todos sabían las reglas; había que pasarla bien. Se encontraban ahora afanando a las que todavía quedaban dentro y ahí estaba él, Fernando Martínez asiendo gala de su mas mentada reputación, con un trío de jovencitas y uno de los chicos que deseaba ser como él. “Buena idea la de andar con él, ahora tengo tres nuevas amiguitas” , se decía Pablo Arteaga que solo admiraba el buen floro de Fernandito con las tres féminas que estaban allí, paradas , dejándose llevar por el verso de Fernando. Ya era Hora de entrar a las aulas. “Chao Fernando, un beso, muak”, “Chao Pablo, un beso, muak” . Ellas se despedían de ese momento mágico de hablar con Fernando Martínez.” Que churro que esta, dicen que no tiene enamorada” comentaba una de ellas. “ A mi me cuentan que si, y varias” comentaba la mas bonita, Angie Marín, cuyo pelo era preciosamente ondulado como su cintura. El sol dejaba acariciar su hermoso color castaño y su piel blanca y tersa como una niña, hacían pensar que se trataba de una muñequita. Tenía sus 14 bien puestos y era las mas lady de todas las chicas del San Sebastián.

- Que ricas que están, te fijaste - Murmuro presuroso Pablo, adelantando los pasos para dirigirse al salón de clases. – Pero la mas rica es Angie, que rico huele.

- Me la voy a levantar, y te juro que antes de su quinceañero me la voy a levantar.

- Pucha , solo falta un mes, tendrás que apresurarte.

- Suertudo de mierda, justo cuando te toca andar conmigo te invita a su quinceañero.

- Que voy a hacer, seguramente le caí bien je je.

Pablo levanto las cejas y pensó en la suerte que tuvo en ese momento de estar con Fernando ya que Fernando no tenía un amigo con el que paraba siempre. Había decidido andar con uno solo de sus compañeros, cada día, así que tenían que acompañarlo de manera rotativa. Un día Pablo, otro día Felipe, otro Juanka y otro Martin. “Yo y uno mas, para que aprendan a gilear, y así ya se desahueven”, había dicho Fernando Martínez a sus compañeros una vez que tuvo claro que era el mas popular del colegio San Sebastián.

Todos lo admiraban porque tenía el arte de gilear a las chicas y además, según él, ya se abría consagrado en varias ocasiones en el ring de las cuatro perillas. Siempre se las ingeniaba para pasar los exámenes con buenas notas y ayudaba a sus demás compañeros para que no caigan en la desgracia de jalarse el curso. Los demás quedaban asombrados cada vez que Fernando contaba la última vez que se había tirado a una flaca y lo hacia con tal detalle que muchos terminaban mojados después de cada relato.

Faltaban 15 días para el quinceañero de Angie y para muchos era la oportunidad de levantarse a una flaca, la que mas les guste y que mejor que después del cumple de Angie . Según Fernando era así de fácil, le hablas, la miras con deseo, te la chapas, con lengua por supuesto y después te la llevas al telo, así de fácil. Todos lo habían entendido así. Pablo, Felipe, Juanka y Martin habían sido invitados por Angie , previa claro, Intervención y recomendación de Fernando, solo ellos. Cada uno tuvo su día y su oportunidad y así fue. Listo van los cinco, así que tenían que estar preparados para todo. “Por que no vamos antes al prostíbulo mas reconocido de la ciudad”, comento Pablo. “si vamos, yo se que Fernando nos llevara y así pondremos en practica tus historias”, dijo Felipe, con una emoción única. Fernando, cual capitán de barco en aguas tormentosas asintió la cabeza hacia sus marineros para darles el día y la hora para ir a saciar su hambre de aquellos hombres que tan fielmente lo seguían.

Usaron el carro del tío de Pablo para ir al encuentro con el pecado. “No vamos a ir al prostíbulo mas famoso de la ciudad porque allí solo entran con DNI, vamos a un lugar mas caleta Llamado la Tia X, queda a las afueras a 10 min y solo se entra con carro, yo entre ahí con mis amigos mas grandes, así que prepárense”, exclamo Fernando a sus compañeros, que cada vez se sentía como uno de ellos, sabiendo quizá que ahora los necesitaba mas que nunca.

Era un cuarto para las doce de la noche y al volante iba el afortunado Pablo, en cuyo cuerpo se notaba la lujuria impregnada y cada vez mas apretaba fuerte el volante para no despertar de esto que le parecía un sueño, iba a estar por fin con una hembra, todos los pensamientos impuros que había tenido se harían realidad, ya no iba a ser necesario la mano para ser feliz por un instante, era hora de hacerse hombre.” Ya saben, si vemos un policía todos miramos al frente con cara de serios”, comento Fernando a la tripulación que Iba al encuentro del pecado, quizá al momento mas importante de sus vidas y que en ese instante no cabían de felicidad, miedo y deseo.

Cuando el carro llego al tan mencionado lugar, Fernando hizo la indicación a Pablo de que entrase por el viejo portón abierto, despacio y con calma. Al interior estaba oscuro y una música tenue acompañaba a una luz violeta que se divisaba a lo lejos, pareciera que no hubiese nadie. “Bien muchachos, espérenme aquí” , murmuro Fernando abriendo las cejas mientras bajaba del carro. Los muchachos se quedaron esperando a que Fernando Martínez, el chico más popular del Colegio San Sebastián, hiciera la señal para entrar. No dejaban de contar los minutos y los segundos para que ese anhelo de todo muchachito se hiciera realidad, la primera vez, el primer remojón, y para dilatar la tensión no hicieron mejor que alardear con que pose entrarían en acción, la que habían pensado siempre, la pose de sus sueños , iban a explorar también cada milímetro del cuerpo de la mujer , era algo que nunca olvidarían y no dejaban de agradecer y de haber sido bendecidos por tener a Fernando Martínez, gracias a él se habían desahuevado con las notas, con las chicas, con los demás y ahora estaban a punto de consagrarse y entrar en las grandes ligas, gracias a Fernando Martínez, el capitán que los iba a llevar a la gloria, era un momento que nunca olvidarían.

De pronto, se vio salir raudamente a alguien a lo lejos. Era Fernando Martínez que venia de prisa hacia el auto donde se encontraban sus compañeros. “Vámonos por favor” dijo Fernando con una expresión de miedo y desesperación solo comparado con alguien que había cometido el peor error de su vida. A pesar de que sus compañeros lo bombardeaban de preguntas Fernando se mantenía en silencio como queriéndose esconder sobre el arañado asiento del auto. Después de 5 minutos Fernando pareció volver al presente, “Era una cantina”, dijo con un aire de decepción casi inconsolable. En ese momento se tomo de valor y pudo ver la cara de sus compañeros y antes de que ellos dijeran algo pudo decir:”Nunca estuve allí, nunca estuve con ninguna perra, me lo contaron mis amigos grandes. Todo lo que les conté era mentira, mis historias y todo eso”. Una atmosfera de decepción rodeo el lugar y nadie quiso decir mas nada y cuando llegaron a su destino uno por uno fueron descendiendo del auto cerrando la puerta toscamente no sin antes mencionar esa frase que uno lanza cuando no le salen las cosas: Puta mare.

Solo Pablo se quedo afuera del auto meditando acerca de lo que había pasado. No podía creer que la reputación de Fernando Martínez se había venido abajo. No podía creer que un muchacho podía haber mentido de esa manera solo para congraciarse con sus pares y hacer mas portentoso ese currículo de mas popular. Solo atino a mirar el interior del auto y ahí estaba él todavía. Se acerco y parecía que estaba llorando. Rápidamente saco de la maletera unas latas de cerveza que su tío había dejado y se las ofreció sin ningún aspaviento.

- Hey, toma.

- Ja, gracias es la primera vez que tomo.

- No habías tomado con tus amigos grandes.- Murmuro Pablo, tranquilo y calmado como queriendo iniciar una larga conversación, como queriendo iniciar una amistad.

- No, casi lo hago una vez pero al final solo tomaba sorbos. Me decían que no querían meterse en problemas ya que en mi barrio hay muchas tías cucufatas y chismosas.

- Igual que aquí pero a esta hora ya deben estar roncando.

- ¿Tu tío no se dará cuenta de que le faltan cervezas?

- Mañana las repongo. Dime te vas a levantar a Angie o no?

- Es una niña preciosa, creo que estoy enamorado. Justo ahora estaba pensando en ella y pensaba que pensara de mi, que soy un pendejo de la peor calaña, que abre estado con un montón de flacas a la vez y no se si esa idea que tienen todos de mí podrá impedir decirle que la quiero, que quiero estar con ella y solo ella, que por favor no crea nada de lo que dicen de mí. Nunca pensé que iba a llorar por alguien. Yo quiero estar con ella no quiero solo un agarre, puta mare, creo que la estaba cagando y ahora mas todavía si cuentan que he sido un mentiroso todo el colegio se va a enterar.

- Si puede ser. De modo que estas arrepentido. Pucha ahora como vas a hacer para limpiar tu imagen. Ja Ja, no se a que le llames limpiar ahora pues no se si te interesara que esto se sepa para que tu “imagen” no se vea alterada y sigas siendo el más venerado ídolo juvenil o le dirás a todos que finalmente eras un santo palomo y que los domingos solo acompañas a mamá a misa.

- Nadie es santo de nada Pablo, pero lo que yo hice fue exagerar las cosas. Ahora tengo que asumir las consecuencias y que sea lo que papa lindo quiera. De lo único que estoy seguro es que le voy a pedir que sea mi enamorada para luego respetarla y amarla hasta el final de mis días.

- Hablas huevadas. Pero te deseo suerte y cuenta conmigo para lo que sea .

- De verdad, gracias, y perdona por lo de hoy, si me hubieran dateado bien estarías ahora en el paraíso.

- No importa, de verdad no voy a olvidar esta noche. Es la primera vez que salgo con ustedes de esa manera tan delincuencial. Si te contara que casi me orino cuando pasamos por el policía. Y mis manos nunca habían sudado tanto sobre el volante. Me imaginaba a mi tío llevándome de las patillas a mi padre y él diciéndome muchacho del demonio seguida de una reverenda catana. Y mejor que no lo halla echo con una de esas chicas, pensándolo bien quiero que sea con una niña preciosa así como la que te gusta y quiero quesea de manera mágica e inolvidable.

- Bien Pablin creo que hoy he encontrado a un amigo, salud por eso.

- Salud Fernando, ya quisieran verme los del San Sebastián tomando con el ídolo juvenil del momento ja ja.

- Ja. Todavía queda bastante para que amanezca …

- Quédate en mi casa. Recuerda que teníamos que hacer el trabajo de amanecida, por eso la noche era nuestra recuerdas, je je. – Termino Pablo de una manera cómplice y amiguera. Ya era tarde y subieron a descansar, a lo lejos se escuchaba el ladrido de un perro. La noche había terminado.

La semana siguiente transcurrió de manera normal en el colegio San Sebastián. Fernando Martínez y Pablo Arteaga andaban más juntos que nunca y en el salón de clases no se hablaba de otra cosa que si era cierto o no que habían fracasado en ir al prostíbulo más famoso de la ciudad. Los 3 restantes tripulantes de aquella travesía no sabían si negar o afirmar tal imputación pues sabían que no querían ser vistos como enfermos y precoces parroquianos de tan pecaminosa y lujuriosa aventura sexual. En tanto, Fernando Martínez iba perdiendo poco a poco esa tan mentada reputación que a los chicos los hacia admirar, al menos en el salón de clases, pues todavía faltaba mucho para que eso se expandiera al colegio y no afirmaban ni negaban nada por parte de otros salones ya que no querían perder el privilegio de tener entre sus filas al mas popular del Colegio. No querían que se hable mal de su ídolo. Pero a Fernando solo le preocupaba una cosa, conquistar el amor de Angie Marín, acaso la más bella del San Sebastián. Junto a Pablo había decidido que esa tan soñada declaración seria el día de su fiesta de quince años, así que faltaba tan solo una semana y lo único que había hecho hasta entonces era conversar en grupo unos cuantos minutos a la entrada del colegio. Por más que había intentado propiciar un encuentro fuera del colegio, en donde no tengan que ver Pablo, sus amigas de ellas y los uniformes con rayas azules y amarillas, no lo había logrado ya que su familia de ella no dejaba que estuviera así nomas en la calle. El padre de Angie era un celoso al cubo y no permitía que la niña de sus ojos tenga amigos hombres que no sean su familia. Del colegio a la casa y de la casa al colegio, esa era la premisa que le había impuesto a la muchacha y para su fiesta de quince años su chambelán no podía ser otro que su primo Archie, marino mercante recién llegadito de EEUU. Puesto así las cosas, Fernando la tenia mas que complicada en su afán de acercase siquiera a Angie en otro sitio que no fuera a la entrada del colegio. “Que si viste como me miró, que si te fijaste en su expresión, que si te fijaste al momento de despedirnos con besito, que si te fijaste si volteó al irse”, era lo único que le podía preguntar a Pablo cada vez que la veía, pues era lo único que tenia para saber si ella sentía lo mismo que él. Pasaban los días y la seguía viendo y de lo único que estaba seguro era que estaba más enamorado que nunca.

- ¿Por que no le escribes una carta? – se le ocurrió a Pablo como ultimo intento para ayudar a su amigo.

- ¿Una cartita de amor?

- Claro, le vas escribir todo lo que sientes y púlete causita, se todo cursi si quieres, a las flacas les encanta eso.–Le índico Pablo con tanta emoción que parecía él quien tenía que escribirla.

Fernando recurriría a una de las formas mas antiguas de declarase a una chica. Ahora solo tenia que poner toda su inspiración en esa carta que le significaría la puerta al primer amor. Fue aquella noche en la quietud de su cuarto donde pudo escribir por fin lo que sentía por esa chica que le había robado el corazón. Poco a poco las palabras salieron sin cesar colmadas de “me gustaste desde el primer momento en que te vi”, “eres mi chiquilla preciosa”, “no veo las ganas de decírtelo personalmente” “y por eso quiero q seas mi enamorada y espero tu respuesta mañana en tu quinceañero” “Te quiero…”.

Llegado el viernes Fernando no veía las horas de entregársela personalmente, tal vez le diga algo , tal vez no le diga nada, tal vez solo le entregaría la carta y ya, pensaba mientras ya en el colegio iba al encuentro de su amor que estaba seguro lo marcaria para siempre. Por mas que buscaba sigilosamente no la encontraba, entonces corrió rápidamente hacia el salón de ella y ya no había ninguna alumna, solo algunos chicos del turno de la tarde. Pudo divisar a lo lejos a Carmen la amiga de Angie y corrió presuroso para preguntarle donde estaba, que la estaba buscando para declararle su amor y cuando llego hacia ella, agitado, solo atino a decir, “Hola, y Angie”, y ella con penita : “No ha venido hoy, tuvo que hacer por lo de su fiesta de mañana”. Entonces, una expresión de sorpresa acompañada de tristeza envolvió a Fernando. De pronto, una voz lejana le decía que ingrese a su aula, era el auxiliar del colegio, que intentaba desalojar a los alumnos del patio. No tuvo más que caminar lento y cabizbajo y pensando porque el destino era tan cruel, ni modo, ahora tendría que ser cara a cara y armarse de valor para confesarle su amor sin saber como sortear a los amigos y familiares, en una fiesta que iba a ir por primera vez en su vida.

Y el día había llegado. Fernando no paraba de pensar en su estrategia para acercarse a Angie de una manera en que solo estén ella y él y así poder confesarle lo que sentía por ella y darle un delicioso beso de quinceañero con chantillí y todo.

Era en un local grande con dos ambientes bien definidos por un salón de recepciones y un espacioso jardín donde todo era decorado por flores y globos rosas en ambos ambientes. A eso de las 11:30 pm ya no faltaba nadie, solo Fernando y Pablo no habían llegado aun. Llegaron 11:50 y rápidamente fueron advertidos por los chicas del San Sebastián que murmuraban que Fernando Martínez debió ser el chambelán de Angie y que no veían la hora de verlos bailar juntos. Apenas llagaron se encontraron con una ronda de coctel al cual Fernando bebió en el acto y no dudo en arrebatarle el trago a Pablo pues necesitaba mucho valor para declararle su amor a Angie Marín. “Este fue por mi y este es por ella”, menciono Fernando refiriéndose al tragito que tenia en la mano cuando de pronto, Fernando recibió una palmoteada de Pablo para señalarle a Angie que bajaba de las escaleras decoradas con hermosas flores rosas y de fondo la canción Quinceañera de Timbiriche. Estaba preciosamente linda, con un moño que dejaba ver la candidez de su rostro y llevaba puesto un hermoso vestido corte princesa, el clásico modelo elegido por las quinceañeras, con mucho volado y bordado.

Se da el momento del baile y de fondo el Danubio azul para bailar con el chambelán que nadie conocía excepto su familia, por varios interminables minutos. Ahora la quinceañera empezaría una ronda de baile con sus amigos invitados y uno por uno se iban acercando al centro de la pista para bailar con la preciosa señorita. Fernando no lo podía creer, iba a bailar con Angie, la iba a tener tan cerca que no lo podía creer. Pensó que no podía aguantarse mas, habían sido dos días interminables que no la había visto, y ahora la tendría nuevamente cerca e iba a tocar su mano y su cintura a ritmo de una canción que no sabia ni como moverse. Le pidió a Pablo que primero fuese él quien baile con ella, así que intercambiaron lugares pues se dio cuenta qué torpes estaban siendo los demás chicos al momento de moverse a ritmo de ese clásico baile. Hubiese preferido salirse de ahí y no participar de esa ronda, pero no podía, no quería que después digan donde se había metido y que solamente faltaba él y además no se podía porque esa ronda estaba estratégicamente echa para que nadie salga de ahí. Así que no había otra forma que hacer el ridículo unos momentos, unos interminables 60 Angie segundos. Fernando avanzo lentamente hacia el centro de la pista de baile y se dispuso a agarrar de la mano y la cintura a Angie y pudo sentir que unos guantes le impedían sentir la suavidad de sus manos. La tenia tan cerca y tan lejos y no paraba de mirarla a los ojos tratando de decirle que la quería, que quería que fuese su enamorada ahí en ese instante. Seria maravilloso decirle en ese momento, pensó, mientras ella le regalaba una sonrisa tierna que le hacia derretirse todito y empezaba asentir un hincón en el estomago y su corazón a latir mas rápido. Cuando termino pensaba que difícil era declararse a una chica, y mas la primera vez. “Te moviste bien” le dijo Pablo, “Hice mi mejor esfuerzo” , respondía Fernando que no veía el momento de tenerla nuevamente cerca pero esta vez a solas para decirle muchas cosas.
La fiesta había alcanzado su madures y Fernando había demostrado su buen ritmo al momento de dos furtivos bailes. Sabia que tenia que bailar nuevamente con Angie que en ese instante se entretenía con su familia bailando y parloteando con primos, tíos y demás. Fernando no podía dejar de pensar como quedarse a solas con Angie, tenia que idear la forma de cómo desaparecer a todos en ese instante para que solo la noche fuera testigo de su amor. Pensó en las películas Hollywoodenses, de cómo los protagonistas huyen un instante de la fiesta para irse a las afueras y después de una platica conmovedora mandarse un suculento y prolongado beso a la luz de la luna y las estrellas. Entonces miro al jardín y pensó puede ser ahí. Felizmente la familia de Angie gustaba mucho de empinar el codo y ya casi toda la familia en pleno estaba siendo acogida en los brazos de Morfeo. Los invitados se iban retirando y quedaban pocos en el local. Fue el momento de sacar a bailar a Angie y decirle que quería hablar con ella.

Sonó la salsa y la saco a bailar. Era una canción que le gustaba mucho a ella, "Daria el alma" de Wichy Camacho. Había esperado mucho para tenerla nuevamente cerca.

- Hola te demoraste mucho – le dijo Angie con una sonrisa que notaba que había pensado en él.

- Es que estabas con tu familia, no sabia como meterme entre todos ellos para sacarte a bailar.

- Ja, ja, o sea que te chupaste.

- Y yo creo que si, lo que pasa es que… Te vez muy hermosa… - Lo dijo y sintió nuevamente el hincón en la barriga y su corazón empezaba a latir mas rápido.

- Gracias, o sea que si hubiese estado fea si me sacabas, ja ja.

- Ja, no es eso, sino que… quiero hablar contigo.

- Ya estamos hablando, ja ja.

- No, digo , a solas, quiero decirte algo – Entonces Angie noto que el chico mas popular del colegio estaba ante ella de esa forma tan tierna y tan tímida que no hizo mas que aflorar un sentimiento que ella sentía por él y que ahora la había dejado boba pero enamorada. Sabia que la canción estaba por terminarse y después de un silencio prolongado de ambos ella apretó la mano de Fernando para decirle:

- Róbame un beso… - Y al no encontrar respuesta por parte de él, ella acerco su lindo rostro para darle un beso pequeño y torpe donde ambos pudieron acariciar sus labios en un momento que nunca olvidaran.

La canción termino y ella se retiro rápidamente de él sin decir nada. Al cabo de unos minutos la fiesta también habría de acabar. Había sido un momento mágico para ambos donde Fernando no cabía de feliz. Cuando se acerco a Pablo era como si hubiera anotado un golazo. Se abrazaron y chocaron las manos en señal de triunfo. Cuando Fernando miro a Angie de lejos despidiendo a otros invitados, ella le regalo una sonrisa cómplice donde él no espero en devolver inmediatamente.